Esmeralda Banacloy Martínez
Fisioterapeuta
Autora de: Libro Diatermia Capacitiva y Resistiva y Cursos Online de Therapy Global Solutions
TRATAMIENTO DE LAS SOBRECARGAS MUSCULARES CON DIATERMIA
El deporte es salud, sin embargo, en muchas ocasiones también es una fuente de múltiples patologías. Las lesiones del deporte se producen fundamentalmente por traumatismos que acontecen durante el ejercicio de la actividad física, y también, debido a situaciones en las que el agotamiento físico y la falta de recuperación tras la actividad deportiva se convierten en desencadenantes de diversos tipos de lesiones. Tanto en los deportes cíclicos como en los acíclicos las patologías derivadas de sobresfuerzos y falta de recuperación generan el mayor número de lesiones.
En ambos tipos de práctica deportiva llegan a producirse situaciones en las que la carga es excesiva y la recuperación insuficiente, lo cual facilita el que se produzcan lesiones secundarias a la actividad física.
En el deporte amateur apenas se considera el concepto de recuperación suficiente tras el esfuerzo realizado, no existe un médico o un fisioterapeuta que proporcionen la información y los medios que en general se encuentran disponibles para el deportista profesional. Aunque incluso en los equipos deportivos de élite podemos observar con toda claridad que es a final de temporada cuando se producen el mayor número de lesiones: metatarsalgia, edema óseo, fracturas por estrés, roturas tendinosas…
El deportista quiere practicar su deporte y se resiste a tomar en cuenta las sensaciones físicas que le informan de que no se encuentra en plenas condiciones, siempre tiene la impresión de que puede salir a jugar. Sin embargo, un estado de fatiga que le haga reaccionar apenas unos milisegundos más lento le impedirá esquivar al contrario y evitar un choque, su sistema propioceptivo responderá con lentitud y todo ello proporciona un campo abonado a lesiones ligamentosas, musculares y articulares de todo tipo: contusiones, roturas fibrilares, meniscopatías, etc.
En los deportes cíclicos en los que el deportista realiza sin cesar determinados movimientos que se repiten continuamente, resulta Imprescindible un plan de entrenamiento que tenga en cuenta los periodos de recuperación tras la práctica deportiva para evitar las lesiones, ya que de otro modo las articulaciones acabarán sufriendo sobrecargas excesivas.
El estado de agotamiento o fatiga puede ser de tipo:
- PERIFÉRICO.
Sucede cuando la musculatura que se dedica a la realización del gesto deportivo es sometida a grandes cargas durante largo tiempo. En esta situación se produce una acidificación, una elevación del pH, que dificulta la contracción. Para que se produzca una contracción y relajación eficientes los músculos precisan de un equilibrio, que se desestabiliza cuando el ácido láctico interviene dificultando el correcto funcionamiento de la capacidad contráctil, conforme se reduce el pH la captura de iones potasio, obstaculiza la repolarización y, por tanto, la capacidad del músculo para realizar trabajo.
El estado de fatiga agudo se recupera con facilidad tras el reposo, la recuperación temprana del equilibrio ácido base facilita el retorno a la práctica deportiva con el mínimo riesgo de lesiones. Otros estados de agotamiento son más exigentes en cuanto al proceso de recuperación.
Existen diversos tipos de fatiga que pasamos a describir:
Estado agudo. Después de llevar a cabo un ejercicio intenso todo el mundo tiene un cierto cansancio, es algo normal y resulta adaptativo, si no nos cansáramos podríamos correr hasta que nuestro cuerpo dejará de funcionar y morir en el intento. El cansancio es un mecanismo que nos proporciona una información útil. Hacemos un esfuerzo, consumimos energía y ello implica todo un conjunto de procesos, de reacciones bioquímicas que reclaman una potente actividad de todo nuestro sistema metabólico.
Incluso en la práctica deportiva aficionada llega un momento en que la continuación de la actividad supone una experiencia ingrata, ello suele coincidir con la situación de fatiga aguda, de un cansancio en el desarrollo deportivo que nos induce a parar. Nuestro cuerpo está preparado para estos estados de esfuerzo y retorno a la calma, de tal modo que cuando se suceden con normalidad incluso un ligero reposo relativo nos permite retornar a una situación de equilibrio homeostático. Con el descanso el estado agudo de fatiga declina rápidamente produciéndose una total y completa recuperación.
Estado subagudo. Cuando retornamos a la práctica deportiva sin habernos recuperado completamente el cuerpo entra en una fase de agotamiento subagudo, ya que participamos en entrenamientos y competiciones, pero sin el debido reposo y, por lo tanto, resulta inevitable que la sobrecarga se convierta en algo que experimentaremos como normal, pero de ningún modo es así. Aun teniendo la sensación de encontrarnos capacitados para jugar o competir, lo cierto es que nuestro rendimiento decae cada vez en mayor medida. Conforme se prolonga en el tiempo este estado y se instaura una sensación de fatiga acumulada cada partido requiere un esfuerzo mayor y nuestro rendimiento sigue reduciéndose.
Estado crónico. Lo peligroso del estado subagudo es que cuando la carga de entrenamiento sigue siendo superior a nuestra capacidad de recuperación, nos conduce inevitablemente a un estado de agotamiento crónico. Cuando se alcanza este nivel de fatiga ya no se recupera simplemente ampliando el periodo de descanso. Es un estado no muy común en deportistas profesionales, ya que suelen disponer de los cuidados tanto médicos como de fisioterapeutas que evitan alcanzar elevadas cotas de riesgo. En general, el déficit de atención médica, una mala alimentación y una planificación desastrosa del conjunto entrenamiento – recuperación son los factores que acaban desencadenando que el deportista alcance el estado de fatiga crónica.
2.- CENTRAL.
Es conocido que tras la competición olímpica la incidencia de patologías de diversa índole se incrementa en los deportistas, la realización de esfuerzos extremos en situación de máximo estrés desencadena procesos de agotamiento a nivel central que afectan al organismo de modo sistémico.
El músculo es el principal depósito de glutamina del cuerpo humano, la glutamina es un aminoácido esencial para el correcto funcionamiento del sistema inmunitario. El músculo no es solo una serie de sarcómeros en los que la actina y miosina generan, al aproximarse, una contracción, apenas nada en el cuerpo puede reducirse a la realización de una simple función.
El tejido muscular aporta la energía que precisa el sistema inmune para funcionar. La fatiga crónica puede llegar a generar un estado de inmunosupresión, y con ello se abre la posibilidad del establecimiento de patologías que, de otro modo, con el sistema inmune en condiciones, no tendrían posibilidad alguna de prosperar.
Cuando los músculos están agotados la transmisión del impulso nervioso se ralentiza debido a que las reacciones bioquímicas desencadenantes de la contracción encuentran un medio desfavorable, motivado por una serie de factores que suman sus efectos negativos, por un lado, la acidificación del territorio y por otro el déficit de neurotransmisores debilita el impulso muscular aun cuando se ponga en ello toda la voluntad, el cuerpo no responde adecuadamente cuando el medio químico se encuentra alterado.
La Diatermia resulta eficaz en el tratamiento de la fatiga crónica porque interviene aportando todo lo que el músculo precisa para su recuperación: energía de un modo en que puede ser absorbida por el tejido celular, incremento del riego sanguíneo con la consiguiente reducción de la hipoxia y el aporte de nutrientes. Además, el estado de fiebre localizada que supone la Diatermia implica un incremento de la tasa metabólica, de tal modo que, se facilitará la repolarización de la membrana celular al mismo tiempo que se acelera la generación de ATP, imprescindible para el mantenimiento de las reacciones bioquímicas que son el soporte vital de cada célula.
Así que podemos afirmar que la Diatermia actúa como un normalizador, como una técnica de fisioterapia capaz de contribuir al equilibrio del sistema inmune, resultando imprescindible dentro de nuestro arsenal terapéutico, máximo si queremos trabajar con deportistas.
NEUROMODULACIÓN CON DIATERMIA, NEURODIATERMIA EN LAS SOBRECARGAS MUSCULARES.
Cuando hablamos de sobrecarga muscular en pocas ocasiones se presta atención a que una de las zonas que más sufre es la unión miotendinosa. La cual experimenta con mayor intensidad las cargas extremas debidas a esfuerzos puntuales muy elevados o por la realización de repeticiones excesivas. Si al músculo le cuesta recuperar, con la inmensa plasticidad que lo caracteriza, podemos comprender que en las sobrecargas el riego sanguíneo del tendón se debilita y la capacidad de recuperación también.
El músculo fatigado duele, la reducción del drenaje facilita la acumulación de sustancias de desecho, las contracciones intensas y repetidas acaban generando fricción y acto seguido inflamación, puntos Trigger, bandas tensas, la fascia se ve comprometida y todo ello acaba produciendo dolor, un dolor complejo con el que el tratamiento clásico de diatermia no resulta todo lo efectivo que deseamos.
Es precisamente en los casos en los que, finalizado el tratamiento de diatermia, nuestro paciente nos refiere que aún percibe un dolor intenso, cuando recomendamos la aplicación de lo que denominamos Neurodiatermia: el uso de la diatermia como un potente neuromodulador capaz de reducir el dolor de modo notable.
El objetivo es utilizar la modalidad resistiva para tratar puntos concretos, de modo que consigamos reducir la contracción al mismo tiempo que la sensación de dolor.
Aplicaremos el electrodo mediano en el punto en el que el paciente nos refiere la molestia, elevaremos poco a poco la intensidad hasta que se perciba una sensación intensa, grado III, mantendremos el electrodo resistivo fijo y cuando el paciente nos indique que el calor empieza a ser molesto lo retiraremos, reduciremos entre un 5-10 % la intensidad y volveremos a aplicarlo, hasta que vuelva a percibir una sensación de calor excesivo, entonces lo volvemos a retirar de inmediato y procederemos del mismo modo. Aproximadamente este tipo de aplicación nos llevará unos cinco minutos y realizaremos en ese tiempo el proceso de aplicar electrodo, mantener, separar y reducir la intensidad las veces que sea preciso, hasta completar el tiempo indicado. Este tipo de aplicación supone un potente tratamiento antálgico administrado correctamente.
No está de más recordar que tratamos con deportistas y que es preciso insistir en que la realización de un tratamiento orientado a reducir la fatiga crónica no tendrá resultado alguno si el paciente no colabora. Si retorna a la actividad deportiva antes de tiempo o se pone a prueba, sin seguir las pautas que le hemos recomendado, lo único que conseguirá será reducir sus posibilidades de lograr una pronta recuperación.
Diatermia Capacitiva en el tratamiento de la sobrecarga muscular crónica
La sobrecarga muscular implica una reducción tanto de la macro como de la microcirculación, déficit de nutrición e hipoxia. El estado de fiebre local que aporta la diatermia es el mejor medio de terapia física que tenemos a disposición los fisioterapeutas para conseguir liberar la musculatura afectada de la tensión excesiva, al mismo tiempo que favorecemos el incremento de la viscoelasticidad y el drenaje de los catabolitos acumulados, gracias a la activación del sistema vascular y linfático.
La fatiga crónica acaba generando dolor que indudablemente se incrementa con el movimiento, pudiendo llegar a verse afectada la amplitud articular. La diatermia nos proporcionará una relajación de la musculatura en muy breve espacio de tiempo, siempre que realicemos el tratamiento de forma adecuada.
Colocación de la placa pasiva: si queremos favorecer el tratamiento de un síntoma sobre otro podemos optar por una de las colocaciones que sugerimos a continuación:
- En el caso de que busquemos un calentamiento intenso de la musculatura y, por tanto, una rápida relajación de esta, colocaremos la placa utilizando una geometría lo más transversal posible, de ese modo el espacio entre el electrodo activo y la placa pasiva se reducen y la energía se concentra en una cantidad de tejido menor, que se calentará muy rápidamente y favorecerá una relajación muscular de forma intensa y rápida.
- Cuando nuestro objetivo fundamental es reducir el dolor, ubicaremos la placa pasiva en la salida de las raíces nerviosas del dermatoma o lo más próximo posible a ellas. Este modo de aplicación nos permite tratar directamente la zona que deseamos y al mismo tiempo produce un efecto de neuromodulación, más suave con la modalidad capacitiva y más intensa con la resistiva. El calentamiento se producirá no solo en la zona afectada sino a lo largo del recorrido entre el electrodo y la placa.
Aplicación del electrodo capacitivo: sobre toda la musculatura sobrecargada o adolorida.
Tiempo de tratamiento: dependiendo del tamaño de los grupos musculares el tratamiento puede oscilar de 15 a 20 minutos e incluso más si tratamos diversos territorios.
Intensidad: procuraremos que la sensación térmica se perciba siempre como elevada, lo que denominamos grado III, una sensación intensa, aunque siempre grata. Evitamos en todo caso que el paciente llegue a sentir una sensación de calor que resulte molesta. Si queremos que la analgesia lograda dure más tiempo terminaremos la sesión bajando la intensidad, buscando que el paciente experimente sensaciones térmicas más suaves, grado II.
Frecuencia: en musculatura superficial próxima a la piel podemos trabajar con frecuencias del orden de los 700 kilohercios, en musculatura profunda trabajaremos con frecuencias más bajas, alrededor de los 400 kilohercios. Si trabajamos un territorio amplio como toda la espalda y colocamos la placa en el abdomen usaremos también frecuencias bajas, recordemos que no solo empleamos una frecuencia baja cuando el tejido se encuentra muy profundo, también cuando la placa de retorno se encuentra alejada.
Diatermia Resistiva en el tratamiento de la sobrecarga muscular crónica
Colocación de la placa pasiva: la modalidad resistiva tiene una amplia capacidad de neuromodulación, lo que podemos aprovechar cuando deseamos reducir el síntoma dolor, para ello nuestro consejo es colocar siempre la placa de retorno lo más próxima posible a las raíces del dermatoma en que se encuentra el tejido afectado.
- Una elevación rápida de temperatura nos permite acelerar la tasa metabólica de los tejidos sobre los que actuamos con la diatermia y, por tanto, nos facilitará la regeneración de estos. Las sobrecargas musculares crónicas terminan afectando al tendón debido a la tensión continua que tracciona día y noche sobre la unión miotendinosa y la entesis. Conseguiremos esa elevación rápida colocando la placa pasiva lo más transversal posible a la zona de tratamiento.
- Cuando buscamos actuar sobre un territorio amplio como toda la pierna, elevando ligeramente la temperatura y activando la circulación, colocaremos la placa utilizando una geometría longitudinal, por ejemplo, en glúteo o zona lumbar aplicando el electrodo mediano o grande en la planta del pie.
Aplicación del electrodo resistivo: existen muchas formas de aplicación tal como hemos podido ver en del apartado anterior. Podemos utilizar el electrodo mediano o una herramienta miofascial sobre los puntos Trigger, realizar un tratamiento sobre las bandas musculares tensas, sobre las fascias afectadas, podemos efectuar un tratamiento de drenaje colocando la placa proximal y electrodo distal al miembro tratado, siempre evitando que la sensación de calor sea excesiva.
Tiempo de tratamiento: dependiendo de si hablamos de un punto de aplicación o de varios, la extensión de estos el tratamiento puede ir desde los 7 a 25 minutos, e incluso más.
Intensidad: en los casos crónicos vamos a llevar a cabo siempre un tratamiento en los que se perciba el calor con una buena intensidad, buscamos llegar a una sensación de hipertermia teniendo en cuenta que definimos esta como un Grado III, sensación térmica elevada, pero siempre agradable. En ningún caso el paciente debe percibir una sensación próxima a que “queme”, es algo que debemos evitar, ya que produciríamos un efecto paradójico. Cuando el paciente siente dolor o quemadura se pone en marcha el sistema simpático, se genera adrenalina y ello provocará vasoconstricción.
Si realizamos aplicaciones que tienen por objetivo reducir esencialmente el dolor actuaremos sobre el nervio periférico, buscando sensaciones térmicas más suaves, Grado II, exactamente igual que cuando nuestro objetivo es provocar un efecto de activación del sistema vascular, ya que los sistemas nervioso y vascular no responden bien ante sensaciones intensas de calor.
Frecuencia: cuando el objetivo de nuestro tratamiento se encuentra cerca de la superficie trabajaremos con frecuencias altas, al contrario, cuando se encuentra a mayor profundidad trabajaremos con frecuencias bajas.
- Entre 400 y 700 kHz dependiendo de la profundidad a tratar.