Esmeralda Banacloy Martínez
Fisioterapeuta
Autora de: Libro Diatermia Capacitiva y Resistiva y Cursos Online de Therapy Global Solutions
TRATAMIENTO DE LA RIZARTROSIS CON DIATERMIA. Artrosis del pulgar
Es una de las artrosis más comunes entre los fisioterapeutas. El uso continuado de nuestras manos, en ocasiones en situación clara de desventaja mecánica, ocasiona la sobrecarga de las carillas articulares de una articulación que soporta la mayor parte de cada agarre que se realiza con la mano.
La biomecánica de la silla de montar, correspondiente a la articulación trapeciometacarpiana, proporciona una extraordinaria movilidad, exponiéndola al mismo tiempo a sobrecargas muy intensas, debido a que las facetas que se ajustan al primer metacarpiano soportan en pequeñas superficies las elevadas cargas a las que se encuentran sometidas las manos en múltiples ocasiones. El cartílago hialino acaba sufriendo el esfuerzo, se desgasta inevitablemente, el deterioro va progresando y a la larga dará origen a la rizartrosis. En ocasiones aparece tras una fractura mal consolidada de la basa del metacarpiano.
La musculatura actua en cierto modo de amortiguador, es un protector de las articulaciones, se considera que las mujeres sufren más a menudo de artrosis del pulgar que los hombres, debido a una menor fuerza muscular, según todos los estudios epidemiológicos existentes.
Nos podemos encontrar con rizartrosis asintomáticas en las que radiograficamente aparece un proceso degenerativo amplio. Sin embargo en otras ocasiones, el paciente relata sensaciones de dolor muy intenso al realizar movimientos como la pinza o durante el gesto de girar unas llaves, sin que apenas exista degeneración articular. Es por ello que la exploración resulta imprescindible. Además de apreciarse una deformidad característica en la base del pulgar, cuando realizamos movilizaciones resistidas aparece dolor en diversos grados, pudiendo llegar a observarse al mismo tiempo una disminución notable de la fuerza muscular.
Grados de la rizartrosis:
- Grado I: se observa el aumento del espacio en la articulación, un engrosamiento que coincide con un proceso inflamatorio de la membrana sinovial. La sinovitis no hace sino confirmarnos una expectativa de empeoramiento de los signos y síntomas, aunque en el presente apenas se manifieste dolor elevado, o el cartílago hialino no se encuentre especialmente deteriorado.
- Grado II: conforme avanza el proceso degenerativo va disminuyendo el espacio articular entre el trapecio y el metacarpo, aparecen pequeños osteofitos y el deterioro del cartílago hialino ya es evidente, el dolor resulta molesto.
- Grado III: los osteofitos incrementan su tamaño más allá de los dos milímetros, el deterioro del cartílago hialino es muy elevado, el dolor más intenso. Entramos ya en la fase en la que el tratamiento conservador deja de tener posibilidades y se vuelve precisa la intervención quirúrgica.
- Grado IV: en este estadio hay una destrucción de la articulación, el tratamiento quirúrgico es la única solución, la articulación ya no resulta funcional y el dolor aparece con cada mínimo esfuerzo.
Solo es aconsejable el tratamiento conservador en los grados I y II. El tratamiento de fisioterapia tendrá como objetivo:
- Reducción de los síntomas al tiempo que activamos el proceso de regeneración en lo posible. Si conseguimos que disminuya la inflamación y el dolor el paciente se mostrará más colaborador tanto en el trabajo de desarrollo de la fuerza como de aumento del rango de movilidad. El fortalecimiento muscular actuará a su vez como un elemento fundamental en el proceso de recuperación, debemos lograr mejorar la fuerza y la movilidad en lo posible. La diatermia, debido a su capacidad para reducir el proceso inflamatorio, cuando la utilizamos en modo atérmico, y al incremento de flujo sanguíneo que procura, se vuelve un tratamiento imprescindible en esta fase.
- Inmovilización con una férula nocturna.
- Evitar los esfuerzos que puedan recaer sobre el pulgar. Reducción de todo tipo de cargas que, sin duda, empeorarán la patología. Evitar los movimientos repetitivos, que aún con baja carga, producirán un efecto negativo.
A partir del grado III la intervención quirúrgica resulta necesaria, tras la cual la fisioterapia se encargará de cuidar la evolución del paciente por medio de:
- Movilizaciones pasivas al comienzo de la rehabilitación, combinándolas con movilizaciones activas conforme el paciente evoluciona positivamente.
- Termoterapia profunda con Diatermia y aplicación de calor superficial en su domicilio.
- Ejercicios activos para incrementar la fuerza muscular.
El uso de la diatermia en los grados I y II de la rizartrosis nos puede ayudar a evitar que progrese hacia grados sucesivos. Es esencial su aplicación en los periodos iniciales para disminuir toda la sintomatología, ya que actúa como un potente antiinflamatorio, y combinando sus modalidades es un medio eficaz contra el dolor, al mismo tiempo que facilita el proceso de regeneración tisular, evitando el avance de la lesión.
En el caso de que sea precisa la intervención quirúrgica, realizaremos un tratamiento con diatermia preoperatorio, para que los tejidos se encuentren en las mejores condiciones posibles y un tratamiento postoperatorio para acelerar el proceso recuperación. En aquellos casos en los que el cirujano haya puesto un sistema de suspensión entre el primer y segundo metacarpiano o una prótesis trapecio metacarpiana, deberemos de tener las debidas precauciones siempre que apliquemos la diatermia, para que la corriente nunca atraviese la zona del implante o la prótesis. Recordemos que es una contraindicación relativa.
NEURODIATERMIA EN LA RIZARTROSIS.
Cuando el tratamiento clásico con diatermia no resulta suficiente para reducir el dolor proponemos la aplicación que denominamos como Neurodiatermia. El objetivo fundamental de esta técnica de diatermia es generar una señal aferente que produzca una respuesta inhibitoria del dolor.
Para ello aplicaremos la modalidad resistiva sobre el punto o puntos dolorosos que hemos observado en la exploración, utilizaremos la técnica de los tres máximos que pasamos a describir:
- Colocaremos el electrodo resistivo mediano sobre la zona dolorosa, programaremos utilizando la frecuencia más baja disponible en nuestro equipo (recomendable entre 300 y 500 KHz) e iremos elevando la intensidad de forma progresiva hasta que el paciente nos indique que el calor comienza a ser muy elevado, en ese momento separamos el electrodo bajamos la intensidad entre un 5-10 % y volvemos a aplicar sobre la zona, cuando el paciente vuelve a indicarnos que el calor comienza a ser intenso de nuevo, separamos el electrodo volvemos a reducir la intensidad entre un 5-10 % y realizamos una última aplicación sobre la zona dolorida. Aproximadamente el tiempo de aplicación requerido será de unos cinco minutos, si no llega al tiempo citado, recomendamos realizar otra aplicación según el modo descrito, hasta completar un tiempo mínimo de cinco minutos. La placa pasiva la colocaremos en el antebrazo de modo longitudinal, aunque lo más próxima posible a la mano, con buen contacto. En el caso de que el paciente nos diga que nota un calor excesivo en la placa pondremos algo más de crema sobre la misma, para mejorar la conductividad, y nos aseguraremos de que no hace demasiado contacto en una protuberancia ósea.
De este modo se producirá una rápida reducción del dolor, que no será efectiva si el paciente no reduce significativamente la carga sobre la articulación. Al mismo tiempo deberá realizar los ejercicios de fortalecimiento recomendados por su fisioterapeuta.
Diatermia Capacitiva para el tratamiento de la rizartrosis
Aunque es cierto que en una rizartrosis el objetivo fundamental del tratamiento es el hueso, por lo tanto la modalidad a usar pareciera que fuera solo la modalidad resistiva, frente al proceso inflamatorio funciona muy bien la modalidad capacitiva en su justa medida y si además relajamos la musculatura del antebrazo el resultado mejorará, por tanto no debemos obviar el uso de esta modalidad.
Colocación de la placa pasiva, siempre va a depender de cuál es nuestro objetivo fundamental:
- Cuando pretendemos obtener un rápido calentamiento de toda la musculatura del antebrazo para relajarla, procuraremos que la placa pasiva se encuentre lo más trasversal posible a la zona de tratamiento, de ese modo el calentamiento será más rápido. Por el contrario, si colocamos la placa en la salida de las raíces nerviosas del dermatoma, además de modular el dolor, también obtendremos ese efecto relajante. Si no observamos la relajación esperada mediante un tipo de aplicación utilizaremos.
- Cuando deseamos tratar el proceso inflamatorio, nos conviene trabajar con la modalidad capacitiva en atermia y para la ubicación de la placa en modo longitudinal es la única aconsejable, nos permitirá actuar sobre la inflamación al mismo tiempo que favorecerá el drenaje.
Aplicación del electrodo capacitivo: sobre la zona inflamada cuando deseamos modular la inflamación en estado agudo. Sobre la musculatura del antebrazo cuando procuramos la relajación de esta, generalmente en estados crónicos.
Tiempo de tratamiento total: 10 minutos
Intensidades: el parámetro de intensidad es uno de los más importantes a valorar dentro de la ventana terapéutica con la que vamos a trabajar en la rizartrosis. En función del objetivo perseguido y el estado de la patología vamos a trabajar con potencias más o menos altas durante la sesión de tratamiento con diatermia. Cuando realicemos un tratamiento capacitivo para actuar sobre la inflamación debemos programar nuestro equipo para que dicho tratamiento sea lo más atérmico posible, iremos subiendo la potencia lentamente, el paciente no ha de llegar sentir calor, ello no quiere decir que no se produzca, aumenta siempre la temperatura, aunque de forma muy leve. Siempre hemos de intentar que este incremento de energía se produzca por debajo del umbral de percepción del paciente. Si al aplicar en modo atérmico el paciente nos indica que siente algo de calor, reducimos la intensidad o pasamos a modo pulsado en aquello equipos modernos que dispongan de esa opción. Este modo de aplicación es el que denominamos: grado I, atérmico o subtérmico. Por el contrario, cuando realicemos una aplicación capacitiva con el objetivo de relajar la musculatura buscaremos que el paciente experimente una sensación térmica grado III, es decir calor intenso, aunque siempre agradable, procurando evitar la sensación de que “quema”, en todo caso.
Frecuencia: al aplicar directamente sobre la articulación del pulgar que se encuentra muy superficial podemos trabajar con frecuencias entre 700 KHz y 1 MHz. Para trabajar la musculatura entre 500 KHz y 700 KHz.
Diatermia Resistiva para el tratamiento de la rizartrosis
Esta modalidad es la que se utiliza más a menudo, ya que resulta intuitivo aplicar la resistiva en lesiones del tejido óseo, con ella calentaremos hueso, tendón, capsula articular y ligamentos con facilidad. El incremento térmico en el interior del tejido favorecerá el aumento de riego sanguíneo, mejorará la viscoelasticidad y aportará los nutrientes que propicien la posible regeneración del tejido dañado. Podemos usar tanto los electrodos resistivos manuales como los automáticos, también conocidos como manos libres. Nosotros recomendamos valorar siempre si nos resultará útil combinar ambas modalidades de la diatermia.
Colocación de la placa pasiva: siempre atendiendo al efecto fundamental que deseamos lograr:
- En estado agudo, mejor colocar la placa longitudinal lo cual nos va a permitir controlar mejor la sensación térmica experimentada por el paciente, pensando que lo buscado es que resulte lo más atérmico posible.
- Cuando no hay inflamación, procuraremos ubicar la placa lo mas trasversal posible, el calentamiento se producirá más rápidamente y con ello se producirá seguidamente un incremento del riego sanguíneo, se reducirá la hipoxia y mejorará la viscoelasticidad, favoreciendo la movilidad articular.
Aplicación del electrodo resistivo: sobre la zona en la que el paciente nos relata mayores molestias y sobre el territorio más próximo a la zona dañada. La diatermia resistiva nos permite aplicaciones mantenidas sobre la lesión y también el desplazamiento del electrodo, debemos combinar ambas opciones. En general la aplicación estática requerirá una mayor atención para evitar sensaciones de temperatura molestas, la movilización del electrodo nos permite incrementar ligeramente la intensidad y tratar zonas más amplias.
Tiempo de tratamiento: 10 minutos
Intensidad: sobre la zona afectada nos podemos encontrar dos situaciones clásicas, la primera es que sea notoria la inflamación y desde luego habremos de trabajar en atermia, grado I, y la segunda en la que nos encontramos con esa artrosis cronificada clásica, establecida, con dolor y limitación articular, pero sin que se aprecie un estado inflamatorio, nuestro objetivo aquí será realizar un tratamiento con la modalidad resistiva grado III, calor intenso, siempre agradable.
Frecuencia: al ser un tejido que se encuentra muy superficial trabajaremos con frecuencias entre 700 KHz y 1 MHz.